martes, 23 de diciembre de 2008

Los jóvenes dirigentes de ETA cierran la puerta a la salida negociada por su nula cualificación política


Con la dinámica interna de toma de decisiones en ETA en los últimos cuarenta años es imposible que se produzca el escenario de paz por presos. Es sencillo de entender. De momento, piensen en cuántos grupos terroristas de las características de ETA se han autodisuelto obteniendo beneficios penitenciarios. Sí, en efecto, uno muy cercano... ETA-pm. ¿Qué hay del resto? Es cierto, exacto... también el IRA. ¿Alguno más? Ninguno.
Lo que tenían en común ETA-pm y el IRA en sus últimos momentos fue el perfil del cuerpo dirigente que tomaba las decisiones. En ambos casos, el peso del factor político era determinante. Los vascos tenían una clara influencia por la vía de Euskadiko Ezkerra y los irlandeses estaban encabezados por Adams y McGuinness, dos (ex)comandantes del IRA reconducidos a la política. Quienes adoptaban las decisiones estaban vinculados a la realidad política circundante y eran capaces de interpretarla. La historia general de ETA-militar pero, sobre todo, las más reciente de ETA a secas muestra cómo las decisiones siempre han provenido de la facción más comprometida con la violencia terrorista. La probabilidad de que sucesivas generaciones de dirigentes etarras cada vez más identificados con la violencia adopten una decisión de abandono del terrorismo disminuye exponencialmente con el tiempo. Era más alta en la época de Txomin, menos en el momento en que Aznar negociaba con ETA, más elevada en la primera etapa de la negociación de Zapatero, para caer en picado en la segunda, y prácticamente nula en la actualidad.
La negociación de Zapatero marca, a modo de paradigma, esa disociación entre posibilismo político y terrorismo. La negociación propulsada por Zapatero se inicia con Otegi y Josu Ternera, para abortarse posteriormente con Txeroki y el aparato armado de ETA. Con Ternera al frente de ETA habría habido alguna posibilidad, porque este terrorista y ex parlamentario vasco tiene perfectamente claro que la banda ya ha escrito su epitafio. Lo único que con probabilidad pretendía era obtener la mayor ventaja negociadora. Sin embargo, todo apunta a que estaba dispuesto a avanzar en la negociación. Esa postura de Ternera suponía una amenaza para quienes en el seno de ETA han interiorizado la violencia como referente identitario, no como instrumento sino como modus vivendi, y son lo suficientemente jóvenes como para no tener la experiencia política del postfranquismo ni una visión estratégica para la actual Euskadi. Ésos quitaron de en medio a Ternera y al posibilismo negociador. La negociación ya no es un planteamiento estratégico en ETA. Acusar al Gobierno de volver a negociar con la banda, en este momento, no tiene sentido.
Los dirigentes de ETA cada vez son más jóvenes, cada vez tienen menos visión estratégica, están más fanatizados en una dinámica de lucha desprovista de futuro y están desconectados de cualquier escenario social de eso que en jerga etarra se denomina Euskal Herria. Si por algo se caracterizan es por ser profesionales de la violencia en confrontación con un enemigo cronificado en sus mentes, el Estado español. Esos decisores de ETA, que con cada reestructuración de la cúpula terrorista están más limitados en todo lo que no sea gestionar la violencia, son incapaces de razonar en términos políticos, y más aún de ser permeables a influencias de un entorno abertzale que consideran nada más una herencia que les lastra, una servidumbre movilizadora parásita de su misión violenta contra el Estado. Por tanto, los frentes social y político de ETA, igual que el carcelario, son piezas subordinadas del ajedrez de la violencia.
ETA continuará asesinando mientras su estructura de toma de decisiones no descarrille del aparato militar. Y la vía más precisa para hacerlo es la tradicional en estos casos, un golpe de Estado interno. Es comprensible que la propuesta suene estrambótica. Sin embargo, si algún preso pretende una mínima reducción en su internamiento a décadas de cárcel o algún político abertzale tener un protagonismo en la escena de Euskadi recogiendo las migajas que le dejen EA-Aralar, ya pueden ir considerando articular un movimiento interno de disidencia que acabe llevando a la dirección de ETA a alguien con cerebro político.
(Andrés Montero Gómez. La Verdad de Murcia)

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